Hace ya casi veinte años desde que Pablo Moro, nacido en Oviedo en 1978, decidió entrar en la habitación de sus hermanos mayores, un pequeño paraíso de libros y discos, agarrar la vieja guitarra acústica Samick que descansaba en un rincón e intentar colocar un par de acordes que acompañaran a los versos que escribía en papeles sueltos. Durante un tiempo esa habitación fue su escuela y su refugio, un lugar idóneo donde prepararse para lo que vendría después. Aunque no pudiera imaginarse, ni por asomo, qué iba a ser lo que vendría. Porque casi todo en la vida de Pablo, al menos en relación a su carrera musical, tiene más que ver con la casualidad o el azar o el empuje de otras personas que con un esfuerzo personal (al menos en un principio). Mientras combinaba los estudios de filología hispánica en la Universidad de Oviedo con algunos viajes, seguía escribiendo canciones, y fueron sus amigos, algunos de los cuales en aquellos años empezaban a ganarse la vida regentando bares de copas, los que le animaron organizando sus primeros conciertos, siendo un público fiel y casi obligándole a grabar aquellas canciones. Una de aquellas maquetas, que otro amigo repartió por todas las discográficas posibles (seguimos con el empuje de otros), llegó al reproductor de Carlito Records cuyos responsables creyeron desde un principio en aquellas historias. Así, tras una mudanza a Madrid, vio la luz Emepetreses (2005) un disco que combinaba la frescura y la pasión de la juventud con la ingenuidad y los errores de un primer trabajo, y que trajo consigo dos aspectos indispensables en la carrera de Pablo: la apertura de puertas de escenarios de todo el territorio nacional y la aparición de Los Chicos Listos, una banda de músicos sin la que sería imposible entender el resto de obras que vendrían después. Dos años después Pablo decide regresar a Asturias y graba, aún bajo el sello Carlito Records, Smoking Point (2007), una colección de canciones donde empiezan a definirse no sólo los temas y obsesiones del universo lírico de Pablo Moro, sino también una linea sonora y conceptual, con las canciones apoyadas en el sonido de la banda, que serán la seña de identidad de la producción posterior. Este disco, aparte de afianzar la proyección nacional de Pablo y su banda, es editado por el sello Pop Art en Argentina ofreciéndole la posibilidad de cruzar el charco en dos ocasiones para realizar, primero, una gira promocional y más tarde para participar en el prestigioso festival Pepsi Music compartiendo cartel con artistas de la talla de Andrés Calamaro. Una de las constantes en la carrera de Pablo Moro es el firme propósito de intentar cosas nuevas en cada uno de sus trabajos, de no acomodarse y arriesgar buscando caminos diferentes. Con esa base, en el año 2009, terminada amistosamente la relación con Carlito Records y encontrando refugio en el pequeño sello Boomerang Discos, Pablo y Los Chicos Listos deciden grabar las canciones en las que habían trabajado los últimos meses de manera poco ortodoxa, ocupando durante varios días una casa en un pequeño pueblo de la costa asturiana, convencidos de que el ambiente de grabación debía de plasmarse de alguna manera en el sonido final. Y podría decirse que tenían razón. Pequeños placeres domésticos (2009) supone la consagración definitiva de Pablo y su banda en todo el territorio nacional y el paso firme de una voz propia y una manera de entender la música. Coincidiendo con la salida de este disco Pablo viaja a Colombia junto a Alfredo González, músico asturiano y compañero de fatigas, para participar en el Festival Internacional de la Canción Itinerante (FICIB) de Bogotá y realizar una pequeña gira por todo el país. Ese sería el punto de partida de una extensa gira que se extenderá a lo largo de los dos años siguientes. Ahora, veinte años después de aquellas primeras canciones, con treinta y cuatro otoños en los hombros y una hija, las cosas ya se ven de otra manera. Uno aprende que el éxito y el fracaso son relativos, que la felicidad se encuentra siempre en pequeños detalles y que por mucho que nos empeñemos nadie puede tener, del todo, La vida solucionada (2013), título del último trabajo de Pablo Moro y Los Chicos Listos, grabado, como los dos anteriores bajo la supervisión técnica de Dani Sevillano, en los estudios Distrito Federal de Oviedo. Uno, digo, aprende, todo eso y algunas cosas más. Pero eso es otra historia...