Quesia canta embelesada, para ella, pero tan hondo y hacia dentro que la voz la atraviesa y salta hacia afuera y es a la par flecha que te alcanza y bálsamo que consuela.
Quesia canta como el pájaro que al beber levanta su cabeza a los cielos y saborea la sabiduría del agua en esa misteriosa conjunción de firmeza y levedad. En el escenario con su guitarra, a solas, se asiste a la magia del junco que se dobla al viento y no se quiebra.